Cartas a Elena

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Que equivocados estábamos mi querida Elena, pensábamos que teníamos elección, que las estrellas nos indicarían con su resplandor el camino ya predestinado a escoger, de un modo divino. Que era tan irremediable e indiscutible como mis palabras y la forman en que quedan plasmadas inmediatamente en este papel, sin que sea yo quien elija el rumbo de sus mensaje.
Que ingenuos fuimos, quedamos cegados intentando ver la belleza de un nuevo  amanecer, y fue este mismo el que nos deslumbro ante un panorama que nos superaba con creces.
No te hablare hoy vieja compañera de nostalgia, recuerdos, amor, ni desesperación. Todo eso ya te lo ha dado la vida en pequeñas y grande dosis, y no…. Mis palabras nunca podrían ser más fuertes o sonadas que aquellas que nadie menciono y que sin embargo fueron tan claras para nosotros.
Mi amor incondicional, mi compañera, mi pensamiento constante…..Aun resuenan en mi las mañanas adulzadas de los naranjos, de los pájaros danzando por la calle mientras hacían volar su animando canto. Todo pasa y nada queda decíamos…¿Pero que sabíamos nosotros? Nosotros, que no eramos más que nuestra circunstancias.
A veces sueño, y vuelvo a ti. No a tu yo de ahora, si no a mi yo de ayer. El sueño no es perfecto, es etéreo y escaso de razón. Pero cuando despierto amor, sonrio. Por que imagino que mi alma a viajado en mi inconsciencia a otro lugar, a otro mundo. Un mundo distinto alejado de nuestras leyes y reglas naturales. Un mundo que no llegamos a comprender, pero que está ocurriendo en este instante. Y por un rato, mientras descanso, mi alma retorna a mi otro yo donde le acompaño en su vida. Y por ese instante amor, soy feliz.
Por él, el joven muchacho que ha tenido la suerte de encontrarte
Y por mi, que vuelvo a estar contigo.

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