Amigos

12:08 Unknown 0 Comentarios

Conducía por la autovía en silencio, un silencio que era roto únicamente por la voz de la radio. A su vera iba su copiloto habitual y viejo amigo de la infancia, Ben. Estaba amaneciendo y el sol brillaba de una manera radiante, cosa que le daba un toque de película al momento, o tal vez era cosa de su cabeza.
Hacía un esfuerzo por mantenerse despierto y concentrado porque no estaba acostumbrado a madrugar, y los ojos le pesaban, pero no le importaba hacerlo, y más en un día como aquel. Miró a Ben, el cual parecía absorto en la ventana, o en sus pensamientos; o quizás solo pretendía transmitir eso a su amigo para no tener que hablar.
Por un momento se preguntó cuantas veces habría visto a su amigo allí sentado. Cuántas noches se habrían ido de fiesta eufóricos y habrían vuelto de madrugada hechos unos adefesios. Cuántas mañanas se habrían ido de camino a la playa, o cuántas canciones habrían cantado a pleno pulmón en ese coche. ¿Cuántos momentos habrían vivido juntos?. No lo sabía, como tampoco si existía un número de veces para hacer cada acción, y después de sobrepasarlo si todo estaba obligado a cambiar. Fuere como fuere, si ese número hubiera existido y lo hubieran sabido, se habrían encargado de gestionarlo mucho mejor.

Eran amigos, y de los buenos. Pero por mucho que lo fueran, era imposible evitar que la vida continuara. Era inevitable que el rumbo de los acontecimientos pusieran en peligro su amistad. Y aunque no fuese el caso, y tuvieran la suerte de no verse afectados por el paso del tiempo. Seguramente sí se vería resentida a un trato diferente.

Esa mañana, no iban de vuelta de una fiesta, ni de camino a la playa. Iban al aeropuerto.
Este era el último camino juntos en dios sabe cuando tiempo, pues Ben se mudaba a Alemania. Y como si la distancia ya estuviera haciendo mella, ambos amigos se comportaban de manera extraña. Conscientes de la situación.

A Paul aquel silencio lo hacía sentir incomodo, lo cual terminó generando en un especie de tamborileo de sus dedos sobre el volante. Sentía la necesidad de pisar el acelerador para terminar con esto lo más rápido posible, pero a su vez otro impulso lo frenaba porque no quería llegar al destino. Paul era egoísta; tanto como para haber estar enfadado con su amigo por querer irse de España. Por dejarlo allí. Le costó unos días asimilar que incluso algo así no le haría cambiar de opinión.

Vio el cartel que anunciaba la salida de la carretera a 10 kilómetros y suspiró. Pensaba en qué todo cambiaría a partir de entonces; no en el sentido de que las fiestas y las risas de noche fueran a desaparecer, eso seguiría estando. Pero ya no sería junto a Ben: Ya no habría fines de semanas de aburrimiento juntos, ni días de presentarse a desconocidas en medio de la calle solo por diversión, ni findes de acampada en algún deprimente camping. Y sobre todo, se acabaría eso que solo Ben conseguía despertarle: como improvisar a loco cosas absurdas y peligrosas, como el día que terminó agarrado al capó de un coche en marcha mientras otro lo grababa solo por diversión. 
Era como madurar en cierta forma.
Salió de la rotonda y puso el freno de mano. Ninguno dijo nada.
—Gracias por traerme —susurró Ben.
—No hay de qué —respondió con una sonrisa forzada su amigo.
—Creo que lo mejor es que me vaya ya… Cuanto menos dure esto mejor.
—Sí.
Ambos colegas se dieron la mano y se sonrieron como si nada.
—Cuídate.
Ben se bajó del coche y cogió las maletas. Paul arrancó de nuevo el motor; entonces se miró la mano y apretó el puño todo lo que pudo. Miró la silueta de su amigo que se dirigía hacia la entrada.
—¡Ehh BEN!¡BEN! ¡ESPERA! — salió apresuradamente del coche hacía su amigo.
Cuando Ben se giró pudo contemplar sus ojos, los cuales estaban brillantes. Y durante un instante no supo que decirle, respiró hondo mientras miraba a su alrededor buscando una forma de expresarse. Progresivamente fue soltando el puño que aun tenía cerrado, y con ello liberó toda la rabia y impotencia que sentía y se resigno a lo inevitable. Sin pensarlo abrazó fuertemente a aquel hermano de distinta madre.
—Suerte —dijo mientras forzaba los músculos de la cara para evitar llorar; se las deseaba de todo corazón, Ojalá le fuera bien. Y cuando pasó un rato y ambos amigos se sintieron preparados, Ben cogió de nuevo las maletas y comenzó a andar hacía la puerta de la estación. En ese momento Paul hizo una súplica para sus adentros <<ojala algún día podamos volver a ser quienes hemos sido, amigo.>>

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